¿Y si mañana renunciara a todo aquello que equilibre la balanza?

9 mar 2012

Hastío.

Hastío... de seguir así, sin fuerzas para luchar.
Caminando sin rumbo, vagando entre marabundas de entrañas.
Da pena reconocer la realidad, mirarte al espejo y saber que no eres nadie;
no reconozco mi rostro, ni reconozco mis manos... no tengo claro quien soy.

He pasado milenios corriendo, viviendo e interpretando.
He creado universos para mí y para mis amantes,
planetas solitarios donde esconderme, estrellas rutilantes para guiarme.
He sido el Dios de un extraño lugar... al que algunos llamaron Cañete.

¿Y ahora, qué? Se preguntaban anoche mis ojos.
¿Hacia dónde miramos, hacia dónde nos perdemos?
¿Cuál es tu horizonte favorito, dónde quedaron los recuerdos?
Dónde estarán las señales de humo, que señalan que se quema mi cuerpo.

Y ahora, toca despertar, desperezar de mi letargo.
Pero despierto tan cansado, tan amargado, tan hundido...
Presa del insomnio y del bruxismo, del pánico al vértigo,
del vértigo al miedo, y del miedo a ser yo mismo.

En algún lugar está aquel rincón bohemio en el que sentirme bien,
donde todo encaja y nada sobra, donde no hay cabezas para rodar...
Donde perder las cadenas, y la conciencia, y la inocencia.
¿Dónde está aquel lugar del que oí narrar?

Hastío de seguir viviendo... por lo menos a este compás.
A desilusión por segundo y a un imaginario bienestar.
Me he dado cuenta de que no depende de los ojos, si no de la forma de mirar,
y... sinceramente, me da asco hasta esta imagen.

En ocasiones los fogonazos de luz me ciegan, y al marchar,
me devuelven a una cruda oscuridad, a la realidad.
Cuantos versos que hablan de perderte, cuantos que hablan de recordad... ¿eh?
En fin, a día de hoy, me miro de nuevo en este espejo,
y ya no sé donde mirar para intentar no vomitar.

... pero el compás del tiempo trajo consigo su monótona canción,
y los versos malheridos, trajeron la desilusión.
Luces que se encienden y focos de que desenfocan con ternura...
vuelve la ilusión al mismo tiempo que se pierde mi cabeza loca.
Pues viene el silencio con su monótona canción,
y el alma se resiente entre susurros de socorro y gritos de perdón.

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