¿Y si mañana renunciara a todo aquello que equilibre la balanza?

3 may 2015

Carta de una sindicalista china a su novio francés.

Te quiero.

Sé que se suele terminar las cartas, y no empezarlas así, pero quiero que quede bien claro; te quiero, como el día en que te conocí no, más, mucho más. He encontrado en ti cualidades, imágenes, formas... delicatessen que en mi mundo no conocía. No las vi jamás, ni creo que las vuelva a ver.
No es sencillo que entre un diamante en mi país, incluso con visado, hay una serie de trampas burocráticas difíciles de traspasar... me sorprendiste lo suficiente pasándolas, en serio. Te he visto luchar contra los dragones de mi cultura, enfrentarte a tus prejuicios y a los míos a la vez, tal vez te viniste abajo alguna noche, pero jamás te rendiste. Te enfrentaste a depresiones, a miedos, a ilusiones mal traídas, y aceptaste mi mundo entendiendo mi papel, lo cual agradezco y valoro. Sin embargo (y sí, como todo escrito este tiene un motivo), nunca te has enfrentado a mí.

Y eso rompe con todo lo anterior.

Te  he visto luchar contra todo, y contra todos, menos contra mí. ¿Por respeto? No, ni por asomo, pues no crees en mi lucha. ¿Por cariño? No, te enfrentaste a seres queridos antes y saliste victorioso.
Es increíble, pero no te has enfrentado nunca conmigo por miedo. Me temes. Y eso... eso rompe con mi ideal sobre ti.

No logro entender qué parte de mí te asusta. Pero llego a entender algo; en mi vida, en la que lucho cada día con decenas de hombres que se creen mejores que yo por su condición sexual, en la que veo como todos tienen una casa mejor, un futuro pensado; en la que tengo que coger un micrófono ante un público y parecer que tengo claro algo de lo que digo y promulgo, en la que, al fin y al cabo, levanto más odios que amistades y en la que me buscan día sí y día también para atacarme; en mi vida no tiene cabida el miedo.

Y pensarás, "¿Y todo este rollo para decirme que corta conmigo?". Y, parafraseando a los Simpson que tanto os gustan en Europa, diré "A mí no me preguntes, sólo soy una chica". Debido a mi lucha, mi círculo de confianza cada vez es más reducido, y lo siento, pero no puedo dudar de los que tengo al lado. Si no confío en la gente que me acompaña en el camino, ¿cómo voy a poder caminar segura?

No espero que lo entiendas, pues sé que en tu maravillosa vida de estudiante burgués tienes problemas enormes y grandiosos. Oh lalá, tré magnific, baguette. Pero en mi mundo, cada día es a cara de perro. Llevo a mis espaladas el futuro de muchos trabajadores que creen que algún día, tendrán los mismos derechos que tú. Esa es mi lucha. Ellos son mi lucha. Y tú, a ellos no les aceptas.
No les aceptas, por el simple hecho de tenerme miedo. No lo entiendes, lo sé, no pretendo que lo hagas. En realidad... esta carta te llegará a los días, días en los que yo ya me habré olvidado de la mayoría de las cosas que escribí, y sólo recordaré que la persona a la que quiero me teme. Pero no tendré tiempo de llorarte, porque mi lucha, lo que soy y lo que seré me necesitan. Pero ojo, te quiero. Y te querré siempre, porque quien ama es para siempre.

Simplemente... digamos que dejas de estar en mi lista de prioridades. No es fácil, pero intento ser clara, contigo y conmigo. No te deseo el mal, todo lo contrario. Pero yo no soy para ti, yo necesito alguien que me diga desde control quién está al otro lado de la trinchera disparando, y me indique cuando salir a disparar. Y tú... tú necesitas un buen polvo. Torre Eiffel, ¿Moulan Rouse?, Croissant.

Llámame cuando creas en algo, cuando tengas un motivo para luchar, y sobre todo, cuando creas en ti. Para lo que sea que entonces quieras conmigo, te estaré esperando. Un abrazo desde el campo de batalla.

Siempre tuya, pero siempre mía.