¿Y si mañana renunciara a todo aquello que equilibre la balanza?

30 jul 2011

Ahora que estamos a oscuras.

Ahora que estamos a oscuras, déjame ser quien alumbre tu camino,
esparcir el miedo por el horizonte, ser el candil que no se apaga.
Ahora que estamos a oscuras, deja que mis brazos te susurren calma,
entregarte hasta el alma, y si quieres, guardar la tuya también.
Ahora que estamos a oscuras, déjame mostrarte mi rostro.
Déjame no encender las luces jamás, fundirnos en un beso eterno...

La oscuridad me sugirió protegerte, hacer un pacto
de alianza con los desperfectos, luchar contra el desaliento en cada amanecer.
Caía la luz, y con ella, mis ganas de sentir tu aliento aquí emergían.
Ahora que estamos a oscuras, déjame atarme a ti,
encadenarme a tus piernas para fundir nuestros caminos.

Déjame no encender jamás esa bombilla que te asuste,
quitarme la careta en carnavales, déjame ser tuyo.
Ahora que estamos a oscuras, por tu verso quiero descender,
en caída libre y frenar donde acaba y empieza mi mundo... justo bajo tus pies.

Ahora que estamos a oscuras, quiero contarte un secreto; yo también tiemblo a veces.
Déjame ser tu seguridad ante las dudas, tu refugio en cualquier catástrofe.
Déjame hablarle a tu pena, pegarme con tus miedos si vienen a tu puerta.
Déjame hacerte una copia de mi llave, déjame librarte del frío una noche más,
arroparme en tu eterna inmensidad...

Ahora que estamos a oscuras, déjame fundirte entre mis brazos,
que se muera de envidia la soledad.
Déjame perderme entre tus labios, déjame hacer que seas mi todo,
déjame ser tu otra mitad, ser tu realidad.
Tu país de Nunca Jamás, ahora qu estamos a oscuras, sólo déjame quererte una noche más.

Juguemos.

No me hizo falta ser Copérnico para llegar a aquella conclusión,
estabamos enredados en algo tan esférico como infinito.
Prevenir las pistas se hizo más duro que buscar la siguiente.
Intentar evitar una lluvia de golpes certeros hacia una misma sinrazón.
Intentemos olvidar todo lo que ocurrió.

Tengo colgado de mi cuello un cartel que exige clemencia.
Y de mi conciencia, salen palabras que claman compasión.
Mil pasos hacia delante y retroceder de un solo golpe,
si lloro esta noche es por que así lo quiso tu crueldad.

Sólo comprendo mi locura dentro de esta realidad.
Las luces se van apagando, y voy viendo como se enciende el malestar.
No te vayas tan lejos, que no puedo protegerte.
No te vayas así, déjame verte, si no, no sabré como dolerte.

Tú la llevabas, yo salí corriendo. Tus fotos me rodearon en mi cuarto de estar.
No sé quien es mi rival, no tengo claro donde marco, si quiera si debo marcar.
Me levanto entre tanto, sentado en mi sofá viéndolas venir.
No sé si me engaño o se me olvidó de verdad el sonreir.

Juguemos a fomentar la realidad, que el mundo se entere de cual es su papel.
Que caye y se estremezca con cada nuevo verso,
que cada batalla se convierta en una leyenda más.
Juguemos a romper con todo, y a desmentir la realidad.
Por vivir anclados en un mismo sentimiento, en su ilógica inmensidad.

Miremos a los ojos del dolor una vez más, que mire como reímos a carcajadas.
Hagamos de este campo de batalla, un huerto donde plantar cicatrices.
Mírame a la cara, te miraré a los ojos, y hagacharé la vista al suelo,
buscando mi dignidad.
Yo seré el que mantenga las mangas en esta noche,
tú tan sólo juega bien tu as, no me dejes con cara de poker otra vez.

Hemos sido los forofos que alimentaron con sus gritos nuestra voluntad,
de dañar hasta al alma con cada nueva tempestad,
creada a partir de ráfagas de malestar acumulado.
Juguemos a ganar, dejemos al amor inmaculado.
Volvamos a luchar, dejemos a la realidad de lado.

Viento de maestranza.

Hay faroles que alumbran demasiado tenuemente.
Hay ideas que mueven universos infinitos con un solo botón,
transforman la inmensidad del mar en pura rutina,
y los versos cautivan a cualquier sin corazón.

Hay momentos instantáneos creados para ser adorados,
hay veladas ennegrecidas por un triste carbón.
Carbón vegetal extraído del incienso que suponen tus sollozos,
falsos suspiros que alimentan la sinrazón.

Quiéreme viento, llévame al levante,
que tengo alma de almirante y corazón de soñador.
Méceme lluvia, agua gris, turbia playa que supone tu querer,
méceme, y mecido transpórtame por el océano.
Déjame escapar de tanto odio, huir del sentimiento opuesto,
que yo la amo; viento, lluvia, miel, déjame escapar de sus labios.

Déjame recurrir a Dios sólo el domingo,
correr por las aceras peatonales que me estorban, pisotear campos de flores y amapolas.
Déjame recorrer en barco tanta carretera que me asombra.
Vivir en la memoria de paisajes que me evoca este ciprés.

Déjame moverme como tú, viento. Ser velero en esta tierra,
vela que alumbra la insolación. Verano tormentoso soy para quien lo quiera,
para quien me quiera soy remedio, y quien no me quiera me es desilusión.

Bienvenido pues le digo a tanta paz como lleves.
Te vas princesa y esa será mi fortaleza.
En esta bahía quedarán las penas afianzadas, amarradas a mi alma tus ideas.
Bésame si así lo quieres, o para esta veleta que gira donde más le conviene.

Cuidado que viene; decía el poniente.
Ponte, de gala ponte para ir a saludarle.
Viento de maestranza que aniquila mis hechizos.
Ponte, ponte de frente, valiente.
Que viene el amor enseñando los dientes.
Que viene su amor matando el sentido.

Sólo dos paradas.

Del verano al invierno tan sólo me separan dos paradas de metro.
Hasta las calles de Madrid resoplaban a mi compás.
Conmigo, siéntate conmigo, hablemos.
Observa como todo calla, observa como mi cordura se va.

Pienso en seguir andando por estas calles de barro,
pero mis pies cimentados en el duro desengaño, me impiden andar.
Anclado a la realidad se encuentra mi verso,
anclado a la triste realidad, anclado a un constante malestar.
Malestar esperpéntico, malestar impío.
Nunca bien recibido, malestar cargante, agobiante, asesino.

No estoy bien, mis pupilas así me delimitan,
y la lluvia me imita a menudo, carece de personalidad.
Triste poeta empeñado en ser feliz, mira de frente antes de estrellarte.
¿No ves a caso que la felicidad no existe?

Un tenue susurro otoñal me recordaba lo que era una realidad;
el verano se acababa y tocaba volver a helar.
Volvía el invierno, y con él, los pájaros volvían a emigrar,
el viento cortaría mi cara, y la perennidad de mi alma volvería a caducar.

Volver… un regreso necesito, abducido por tu sien,
acomodada en la mía tú.
Seré claro una vez más: se me olvidó caminar.
Necesito un contrapeso en esta obesa balanza que me lanza al desengaño.
Equilibrar las fuerzas, equilibrio que me sobrecoge y me abruma,
seré la bruma que te haga naufragar, nunca me cruces, que soy caduco.

A un alma bipolar que la indecisión machaca, ataca amigo, ataca.
Nunca retrocedas en esta dura batalla contra el universo.
Pequeño, lucha valientemente, que sólo al que está en el cementerio se le recuerda,
y tú no buscas recuerdo, buscas recompensa.
Corazón, no seas presa de esta espesa mentira, de esta eterna espera,
que es el amor…

Un mundo mejor.

Es una historia que regresa constante, fue un instante, es un recuerdo.
Es un sentimiento que me quema, que vuelve y revuelve todo cuanto conozco.
Es el pasado de un niño frágil, un alma tierna capaz de partirse con un susurro.
Es la memoria lejana de días en los que el sol brilló, y ahora ya, no queda nada.

¿Qué me tienes deparado? Grité.
¿Cuándo acaba todo esto? Sigo buscando en el recuerdo para entender un presente,
que me abruma y me estremece, e incluso a veces me da miedo.
¿Qué debo hacer para que todo pare? Para que no gire mi reloj contra mi tiempo,
para que deje de existir este lamento, para que luna y sol se crucen al marcharse.

Sentimientos opuestos contradicen mi sentido, busco en el olvido lo que añoro recordar.
Y como antaño fui castaño, hoy blanquecino mi pelo se tiene,
pues todo me sobreviene y se me olvida remar.
Aún me pregunto por qué sigo en pie, que me mantiene vivo.
Vivo de esperanzas, de ilusiones, y de un futuro que no existe.
Mis recuerdos son negros, caducos, y estando en mal estado, ya no alimentan.

Es un juego dicen, la vida golpea y golpea. Te tumba y te humilla.
Yo no juego, pues nunca me gustó perder, acostumbro a ganar o perecer.
Veo como el mundo murmulla a mi paso, como mis sentimientos se acercan al ocaso.
Lloro, ahora cedo, o así dijo el viejo que quedó perdido.
Me contradigo en cada frase, en cada pensamiento, en cada sentimiento
que me opone a mí, que me destroza por dentro, y me quema.

Aún me pregunto qué es lo que me mantiene vivo. Esa sinrazón se la doy a la esperanza,
y a la ilusión de un mundo mejor seguro.

La chica sin rostro.

La locura me consume en esta tarde colmada de melancolía.
No consigo entonar la melodía lógica, tensar las cuerdas de la locura,
se me acaba la razón entre tanto sin sentido.
Todo por el mismo sentimiento que me deja indefenso e indeciso,
todo por buscar entre el recuerdo, la mitad que me faltaba en mi todo.
Por nadar entre barro apartando tópicos, por ser algo más que la nada que inunda el infinito.
Por buscar en el llanto, una sentimiento inefable, un corazón innombrable,
una chica sin rostro.

Y era ella, siempre lo tuve claro.
Cuando la miraba a los ojos el hielo de mi corazón se derretía,
y con él, ese miedo que atenazaba mis adentros y me hacía lento.
Conseguía sacarme del presidio donde decidí entrar a pie y salir a rastras.
Y ahora, arrastrado por la corriente que supone su aliento,
me dejo llevar mecido para quedar anclado a alguien que nunca fue ella.

Busco una cara sin rostro porque la belleza no existe.
Debía ser ella, me la presentó melancolía, ser debía, yo la quería.
Conocí al odio demasiado pronto, aún no había madrugado;
ahogado y amordazado, maniatado y apretado contra el olvido me encontraba.
Sentí el frío acero atravesar mi pecho tantas veces,
balas que el viento me lanzó por no saber mirar de frente,
por ocultar mis sentimientos del mirar de la gente, tras un cristal
tan transparente como secreto.

Yo no decidí ser quien soy, no encendí ninguna luz, no escribí ninguna ley.
Simplemente decidí aceptar en lo que me he convertido, quererme como nunca me han querido, y sentirme libre cuanto más herido me vean.
Aunque no lo crean, aunque el tiempo se derrumbe, se paren los relojes, los kilómetros nos separen y la luna baje los brazos para abrazarme.
Aunque el viento susurre; olvido. Aunque pierda todo lo que he vivido, aunque de nuevo te vea. Seguiré buscando una luz en esta playa, y entre las olas, la más fea de las sirenas.
Miraré entre los despojos de aquellos que todo lo tienen, quizás allí se encuentre.
Aunque muera en el intento, buscaré mi chica sin rostro,
por que si una imagen valen más que mil palabras, soy poeta, dos mil aquí te dejo.
Pues no quiero prototipos, no quiero amar a una máquina.
No quiero ver como la noria en la que se ha convertido mi vida se para,
no quiero ver como los rumores nos separan,
no quiero escuchar por un momento que los sentimiento murieron en favor de las apariencias.

Por todo esto, busco la llama que encienda la cuenta atrás de mi reloj,
del tic-tac de mi corazón, del flash que se apagó, de la foto que nunca me haré.
Busco una chica sin rostro, que me haga volver a creer…

Quizás.

Quisiera comenzar cada historia con un quizás fue una vez,
para así poder contar mis cuentos, pero quizás así no empiece,
sólo quizás.

Puede que no volvamos a vernos, quizá
no volvamos a querernos,
quizá los segundos pasen más lentos sin ti.
Quizá hoy se acompasen viento y primavera,
quizá pase a mi vera, quizá nunca esté aquí,
quizá fue su carmín, quizá no fue por mí…

Todo paró en aquel instante quizás,
y el tiempo nunca fue el mismo,
lluvia fue metáfora de esta pena tan absurda,
que por mundana y burda hoy me domina.

Quizá tanta pena mina el alma,
me lo tomaré con calma, quizá rompa con todo.
Busqué en el recuerdo sentimientos no vividos,
y en el olvido, frases que aún recuerdo como puñales en mi tórax.
Quizás este mundo gire sin destino, quizá por culpa de tu camino,
quizás el invierno es el que llora.

Y el verano, ¿dónde está el verano?
Quería comerme el mundo y éste me acabó vomitando.
Se fue aquel amor que daba sol a mis lloviznas,
calor a mis consignas, sentido a mis victorias.

Corazón otoñal caducifolio, yo te imploro, piensa en verde.
Hazte eco de tanto dolor que sientes, nunca mueras en silencio.
Y si ves reír a la gente, diles que quizás un día cambie el viento.
Hoy empezaré con un quizás, sí, pero quizá nunca debí haber empezado con un te quiero.

Hoy.

Hoy lágrimas saludan al alba, la madrugada se tornó en desastre.
Tanto más cercano me siento a la soledad, como lejano oigo al olvido,
y aún así, mi mente me hace olvidarlo todo.
Parece que cada vez más todo carece de importancia,
hoy la vida pasa y no me siento a verla pasar, no puedo decir que gané,
no puedo decir que no volveré a fallar.

Todo lo que me queda es el esfuerzo de quien remó contracorriente,
en este río de tinta en que se ha convertido mi vida.
Hoy lágrimas saludan al alba, por que la tristeza dio paso a la noche.

De un comienzo triste nunca esperes un gran final,
o eso me dijo la mañana.
Si nunca diste el alma en cada palabra, si no conoces el significado del dolor,
por mucho que lo intentes, nunca conocerás la felicidad.

Hoy cada batalla ha dejado una cicatriz en mi sien.
Los gestos y las miradas que tornaron gris mi cielo,
aún como nubes prevalecen. De vez en cuando me descargan ira,
y aún a día de hoy, busco donde refugiarme.

Hace un tiempo Dios me sugirió luchar, y lo que dice él yo lo hago.
Pero hasta de luchar me canso, me cansa estar cansado también.
Hoy me duelen los brazos, se me curva la espalda.
Mírame viento, y dime cuando el tormento acaba.

Aún espero la respuesta del eco, pues una cúpula ovalada es ahora mi cielo.
Enterrado en el destierro, quemado en la hoguera del miedo quedo.
Aún buscan mi alma, mientras yo busco mi fuego.
Aún buscan mi cuerpo, mientras aún busco mi féretro.
Buscad, buscad cuanto queráis.
Que de mi alma rastro no queda, y entre mis cenizas sólo queda fuego.

Hoy volvió a golpear el destino, y sin alejarme del camino que él me marcó,
decidí devolverle el golpe con una sonrisa.
La felicidad no avisa ni deja huellas, la tristeza sí.

Mi realidad.

Cuando todo se exilió y no quedó nada en este infierno.
Cuando aquel invierno dejó de ser efímero.
Cuando fui el primero de los perdedores, perros cantautores fuimos.
Ladramos a la luna tanto como la quisimos, la bebimos, no dormimos pues…

Cuando se truncó aquel sueño roto, caído desde la dura realidad.
Cuando el silencio fue consumido por su inmensa brevedad.
Y el tiempo se hizo cadenas, que me ataron a aquel malestar.
La lluvia en primavera se hace eterna, si no te sabes refugiar.

Fui capaz de lo mejor y lo peor de su mano.
Me sentí humano por un tiempo, y tiempo después, una ente extracorpóreo.
Capaz de todo, morir queriendo y matar amando.
El odio nunca fue mi presidio, sí mi tiempo, sí mi niño.

Lloré cuando busqué abrazos destronados.
Ojos desecados por un sol que no se enfría.
Si es la luna la que alumbra mi camino, y el vino,
el sol de mis tormentos que me congela en este día.

Mira vida mía, hoy no pido compasión.
Ni lamentos, ni tormentos, ni aquella tonta ilusión.
Hoy busco sentimientos en alud, contra mi ataúd
hecho a base de espinas, que dejaste en mi alma clavadas, tú.

Siempre fue ella la que estuvo aquí a mi lado, cuando
me sentí un harapo en manos del insomnio,
cuando me sentí dominado por aquel demonio que fue la soledad.

Busco brevedad en mis encuentros con la felicidad,
no quiero que se marche sin ni si quiera despedirse,
pero si decide irse, sé que volverá.
Pues inspiración y composición, poesía, eres tú mi realidad.

Escondido en el recuerdo.

Recógeme, recógelo todo. No dejes nada que pueda pisar y caerme.
Llévatelo, no queda espacio por mi casa. Llévatelo, que no quede nada.
Quise prender fuego a todas tus cosas, pero nunca valoré ciertamente el suicidio.
Quise salir corriendo y dejarte en esta cuneta, en este andén de tren que como ves está desierto,
pero la idea de morirme en el intento, nunca me agradó.

Búscame, me he escondido en el recuerdo.
Si enciendes la luz me asusto, si la noche se alarga me duermo.
Búscame, me he escondido en el recuerdo, y ahora no sé salir de él.
Tendré que gritar otra vez, tendré que rasgar mi garganta.
Tendré que afrontar esta oscuridad que me abruma y me empequeñece, tendré que seguir saltando.

Nunca es suficiente cuando exiges demasiado al destino,
yo pedí un camino, y decidió exterminarme.
De un solo golpe rotundo me tumbó, y no lo creo pero ya no puedo… va, no estoy tan mal.
Quizá si alguna cicatriz me quede, quizá pueda caminar de nuevo.
Seguir corriendo por senderos que nunca pisé mientras el tiempo intenta cogerme.

Quién me lo diría, ahora vivo esclavo de esta ironía.
Siempre intenté tumbar al amor, romper su barrera, y esa triste barrera me tumbó.
Por más que caiga me levanto pero… cargo demasiado peso en una espalda curvada por tu olvido.

Tan joven y tan muerto, hasta yo me asusto a veces.
Ver como la esperanza perece, cae, desaparece en un mar de dudas que me rodea y que me hace temblar de frío.
No tengo manta ni abrigo, ni escudo que me defienda,
ni torre que defender en esta lucha.
Hice de mi alma una fortaleza que una mirada consiguió vencer.

¿Sabes? Quizá no estoy tan mal. Quizá todo desaparezca mañana,
en el momento en que salga de mi escondite.
Por miedo a ser consumido por el fuego, me acosté en el olvido,
y apenado y dolorido, vivo escondido en el recuerdo.

Besos verdaderos.

Cálida sorpresa de primavera era aquel verano.
Desde Irlanda, la lluvia no se veía tan lejana
como quiso hacer ver el tiempo.
No hay olvido sin rencor, no hay odio sin suspiros.
No hay olvido si te odio, y si te amo, aún cautivo
del verano que supuso tu mirada, te extrañaré hasta olvidarte.

Aquella postal que nunca llegó, que guardaba un beso,
dulce como el ron y añejo como los años, que pasé aguardando
este verano encerrado en un constante esperpento.
Vida que no tengo, maldita soledad,
si en verdad te prometo un cielo en tempestad,
un viento huracanado me llevó a tu pedestal para morir.

De pie, mírame de pie; gritó mi horrible conciencia.
Suerte tentada por tu muerte, nunca recompensada queda una pérdida
cuando es la pérdida del amor.
No eran te quiero verdaderos, eran sueños incompletos, bordados de ilusión.
Tiempo en calma, en el que me ahogo en la orilla, pintando maravillas
sobre un lienzo negro como el carbón.
Pienso en tenerte cerca y el dolor de la distancia me aprieta.

Pienso en pensarte y me duele olvidarte.
Piensas en dañarme tú, y una sonrisa te sonroja.
Pienso en como suspirar dulces brisas encantadas, mas este aire caduco que nos separa,
sobre mis pulmones se acomoda.
Vuélvete loca con un último beso, gritaba mi pecho en pos de su gloria.
Vuélvete loca, queda con aquel recuerdo, nunca llores en mi memoria,
y ahora busca besos verdaderos, que nunca más nacerán de mi boca.

1 jul 2011

Novela dantesca.

Y mi mente empeñada en soñar contigo.
Ambos sabemos que es la única manera de estar contigo,
en un momento de intimidad.
Pero son tan vivos, son tan intensos, son tan lógicos,
que asustan...

Me asusta la idea de no saber como olvidarte,
o de no querer hacerlo si quiera.
Me asusta la idea de querer así, duele,
duele demasiado como para seguir queriéndote y...

Hay una lágrima que no sabe si morirse de amor,
morirse de celos, saltar al vacío por que sí,
o simplemente reservar sus fuerzas para seguir llorando.
No sabe si seguir soñando contigo o si dejar de soñar y despertar,
para así caer.

Duele, confundir los sentimientos y los pensamientos en este papel.
Duele confundir el tiempo y los momentos que contigo pasé,
pues ahora los recuerdo con cariño, antes era un niño y tú una mujer,
eso nos separó y ahora estoy aquí otra vez.

Ante el mismo papel que me vió gritar, en el mismo cuarto que me vio caer.
De rodillas, sollozando, en el insomnio retirado.
Aquí tienes mi corazón, no juegues con él.

En fin, vuelvo a caer, sin duda alguna ver que estás con otro me hace perecer
y parecer que sigo bien, aún cuando estoy mal, aún cuando nunca nada irá bien.
¿Quién ha dictaminado esto? Ha minado mi conciencia con nuevos sentimientos,
y mi alma sin coherencia, se pregunta qué ha hecho con esta historia de novela dantesca y penitente revivida en el recuerdo...