¿Y si mañana renunciara a todo aquello que equilibre la balanza?

16 abr 2011

Soledad.

Vi aquella imagen reflejada en su espalda.
Nítida, tan nítida como sólo una fotografía podía serlo,
la cruda realidad impregnada en una imagen,
desafiante, nítida, cruel.

Para odiarte tanto, antes tuve que amarte demasiado.
Esta mente pordiosera me confunde cada noche,
piensa en volver a verte, y cuando tú vuelves se esconde.

¿Dónde empieza?, ¿dónde acaba? Este sentimiento tan mío como la nada,
que recuerda que te vas, te alejas, ahora te marchas.
Mi corazón quiere gritar, pero no existen las palabras.
Vuelve, marcha, corre, te amo y te odio, te necesito.

Necesito saber que cuando yo me caiga; bien reirás, bien me ayudarás.
Pero no puedo pensar en tu pasivadad ante mi realidad,
eso me mata, me ametralla, y tanto odio me consume.

Sin embargo, hay noches que tan cerca te veo como te extraño,
me hace daño pensarte, echarte de menos y repudiarte,
al mismo tiempo en el que mi lógica aplastante,
se unde en el fango de quién no sabe expresarse.

Poesía, dame una razón de ser.
Dejó de ser mi Guiomar para ser mi Lucifer.
Por qué la odio tanto, si es mi musa, es mi grandeza.
Es todo lo que tengo, pero pienso en no tenerla.

¿Podré seguir así? El tiempo hoy dirá,
pero querer acabar con ella, es mi enfermedad.
Hoy es mi condena, pero sin ella no se andar.
Amor y odio, hacia una misma necesidad; soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario