¿Y si mañana renunciara a todo aquello que equilibre la balanza?

12 oct 2011

Tienes derecho a guardar silencio.

Tienes derecho a guardar silencio, y a decir que los “te quiero” nunca fueron sinceros.
Tienes derecho a callar en tu presidio, a olvidarte de mí.
Tienes derecho a demostrar cuanto me engañaba, como me mentía.
Y cuando te decía que te torcías del camino, no tenía derecho.

Ni a mirarte a la cara, ni a volver a tocarte.
No tenías derecho a humillarme a cada instante, a estar distante.
Ni a disfrazarte en otras voces cuando no querías mirarme,
No tenías derecho a hundirme a cada instante, ni a exterminarme con desdén.

Y donde queden tus derechos, diré que eran ciertos.
Tienes derecho a callarte, a no volver a dirigirte a mí.
Tienes derecho a buscarte otra vida, lejos de aquí, y sí,
Quizá sí, tienes derecho a dimitir. A delegar en tus derechos tu responsabilidad…

Tienes derecho a dejarme morir sin verme, a no tener valor para dignarte a llamarme.
Tienes derecho a olvidarme, a ignorarme, a torturarme siempre que quieras,
Pero, yo tengo derecho a destruir aquel recuerdo.
Aunque el desamor me tumbe, tengo derecho a serme fiel; adiós, no tienes derecho a volver.

Dejaste a la deriva el derecho a ser feliz, y, negociaste un pacto con la eterna mentira.
No hay derecho, pensé, mientras los días se sucedían, como frías fotografías en color sepia.
E intentando andar derecho, sin dejar torcer mi suelo, descubrí bajo el hielo la cruda realidad.
No tienes derecho a volver, porque yo no tengo derecho a escapar.

Tienes derecho a guardar silencio, todo lo que digas lo usaré en tu contra.
No tienes derecho a romper mis dedos, a deshacer los miedos que martilleaban mi cabeza loca.
El olvido me recordó que tengo derecho a volver a levantarme, pero…
Hoy Señoría, me declaro culpable por amar.

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