Hay una frase que siempre retumba en nuestras cabezas.
Un silencio infernal que nos acerca a la tristeza.
Un momento de agobio.
Un recuerdo no grato.
Almas tiritando al compás de un estruendo de recuerdos.
Y silencios.
Y cadenas, que nos atan al momento que era nuestro.
Y a este miedo, que envenena el sentir.
Calla, respira y calla.
Que entre tantos defectos no sabré elegir.
Cual usaré contra ti, y contra tu voz.
Y a esa frase le quedan dos días, lo juro.
Por más que mienta, no le quedan más de dos.
El horizonte nos hará levitar,
y de nuestro pies saldrán finos hilos de amargura.
Eran lágrimas, que ningún dolor físico causó.
Y nunca más, no volveré a caer.
Nunca más, ya ves. Seguramente volveré a caer.
Y entre las faldas del adiós encontraré,
reflexiones al oído del ayer.
Aquella frase que siempre me ató a tu piel;
otro te quiero sonará igual de bien.
No volveré a caer, no volveré
Y si el dolor nos ama, que empiece a llover.
Para así borrar las huellas de un pasado que pisé.
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