Una sola voz en eco reproduce mi camino,
cada latido un nuevo destino, y cada destino una nueva
desdicha.
Entre ecos se confunden los alaridos de los presos,
y entre éstos, se confunde mi tenue palpitar.
Aprendí a luchar solo contra un mar que nunca calma,
pensé que vivía en el cielo, pero me equivoqué.
Ni fue la primera vez, ni será la última, ni será la más
importante;
pero amé, y eso me convirtió en un astro muerto y rutilante.
En el fondo, yo decidí esta situación, yo elegí no ser
mejor.
Estoy quitando a quien me ama de mi lado, ofreciendo una
amistad injusta y egoísta.
Es mi miedo, quien me acongoja y me acompleja;
el miedo a no ser suficiente, al miedo de no merecerte, al
miedo de perderte.
Y hoy por hoy, no sé quien soy, ni a donde voy.
No soy ni tu novio, ni tu amigo, ni tu amante,
soy quien más te ha querido, y con eso… con eso tengo
bastante.
Aunque la asfixia me quema los pulmones, necesito respirar.
Hoy por hoy, orbito sobre mi propio ego.
No hay nadie más importante que yo, muero por tus huesos sí,
pero…
no estoy siendo justo, estoy siendo un cobarde, mintiendo
antes de quemarme.
A ellas no las echo de menos, pero el dolor me hace sentirme
rígido.
No soy como el resto, ya lo sabes. Necesito verlo todo
demasiado claro,
pero tus dudas me matan, las mías te destruyen, y entre
dudas moriremos.
No soy como el resto… soy aún más idiota.
Inútiles del mundo, no temáis, no estáis solos;
aquí tenéis vuestro señor.
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