Vi en sus caras la duda que sembraba.
Desconfianza evocada al fracaso, y en este frasco dejo,
lo que un día fue mi alma.
Dejar tu huella en paralelo, aparcada con la sin razón.
Desconcierto de lo incierto, que fue tu corazón.
Y la ilusión perece, un niño parece,
llorando por quien quiso ser y crece
con cada golpe en vano dado, tiempo luchando,
arrinconado está el eterno sentimiento de haber ganado.
Y muerto queda, muerto está, muerto se aleja,
muerto llora, y de miedo, el muerto se quema.
Se consume la añoranza de un tiempo pasado,
con los pies por delante me llevaron, crucificado.
Atado, amargado, fusilado, arrinconado, una vez más,
de tu abrazo despojado.
Y los besos que quedaron, recogieron todo el suelo,
y en pedazos, humillado, sus caras de desconcierto me robaron,
lo poco que quedó de aquel villano,
que querer quererte quiso, y acabó asesinado.
El cielo llorando, de luto la frontera.
Infranqueable, inamovible, y un corazón destrozado llora
vagabundo por tus calles, y por tus venas,
aires de victimista, liberada la condena.
¿Y las cadenas que me ataban a la cordura, donde quedaron?
Las ataduras de mis manos, ¿donde fueron?
¿De verdad me creyeron muerto, de un solo disparo?
Pongo fin a este entierro, y te digo que te amo.
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