Llora su penuria en su cuna de algodón.
Allí, el tiempo la dejó postrada,
y sin más oposición por su parte,
su corazón roto la dejó encallada...
Es la historia de la princesa de la tez suave,
de finos rasgos y corazón salvaje,
de mudo llanto, escaso espanto, y de gran blindaje.
Es la historia; de quién es lo sabe.
Y por no saber lo que tenía que hacer,
o por no querer ver la realidad.
Quizás por no sentir culpabilidad,
viéndote marchar y no hice nada.
Y ahora vuelves con tu andar de princesa,
de fina lluvia, y ninguna certeza.
Tan imprevisible como esta luna llena...
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